miércoles, 6 de octubre de 2010

¿a quién le toca ahora?

La muerte; ese gran echo del que nadie quiere hablar, ni enfrentarse, al que todos temen, el que todos intentan esquivar...
Tengo la gran suerte de que en mi familia nunca ha sido tema tabú, siempre hemos hablado de ello con naturalidad, incluso "atentamos" a nuestros muertos y quizás por eso es algo a lo que no le tengo miedo; o quizás es que creo que aún falta tanto para que llegue mi hora que ni siquiera me lo he planteado en serio.
Pero hay personas cuya fecha de caducidad ven venir a pasos tan agigantados, como mi abuela o sus amigas, que se lo toman como si fuera una competición, que te hacen parar y observar qué reacción les provoca.
Un día las acompañé a pasear y su conversación me dejó helada.
Cuando las oí hablar con tanta naturalidad, casi con curiosidad, sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
No preguntaban por lo que era de Tal o de Pasqual, sólo si ya se habían muerto, una vez contestada esa pregunta la conversación dependía de la respuesta; si estaba muerto se hablaba del cómo, si estaba vivo del qué hacía, y así hasta repasar toda la lista de amigos comunes.
Las caras de sorpresa cuando alguien resultaba estar vivo no hacían más que producirme tristeza.
¿Esto es lo que hace la gente cuando envejece? ¿Se limitan a esperar a que les toque la tanda mientras hacen recuento de los caídos?
¿En qué momento paramos de vivir y nos limitamos a esperar?
¿Cuál es el instante en el que alguien decide que la próxima etapa que le toca es la muerte?
Rememoran cada suceso de su vida como si ésta ya hubiera terminado. No hacen planes para el futuro porque están convencidos de que es algo que no está a su alcance.
Es tan...definitivo.
La resignación es su plato de cada día.
Quizá esa es la razón por la que me gusta pasar el tiempo con ellos y absorber todo lo que pueda, porque puede ser que al instante siguiente ya no estén.
Me fascina como son, su personalidad ya desarrollada por toda una existencia de acontecimientos.
"Me he ganado el derecho a hacer lo que me dé la gana, cuando me dé la gana y como me dé la gana.
La gente sólo puede hacer dos cosas: pensar que soy la típica cascarrabias y tolerarme, o hacerles gracia y aguantarme.
De cualquier manera me saldré con la mía, me lo he ganado." Así es como piensa ella.
Y a pesar de todo encuentran cualquier excusa para reírse. Me fascinan.
Yo hay veces en las que siento que los recuerdos me abruman, o me bloquean y eso que sólo tengo 24 años...¿cómo será tener una vida entera de ellos?
Su mirada se vuelve nostálgica al recordar etapas pasadas, incluso los malos momentos son algo que atesorar. "Que tiempos aquellos" parece ser el mantra de su razón de ser.
Cuentan historias, anécdotas, situaciones, pensamientos, como si no pudieran aceptar el echo de que estos desaparecieran con su ausencia, y con cada relato sienten que algo de ellos permanecerá para siempre aquí, inalterable.
Es trágico pensar que tarde o temprano no habrá nadie que les recuerde, su existencia será como una huella en la arena, tarde o temprano la marea la borrará y nadie sabrá quién ando por la orilla.

lunes, 4 de octubre de 2010

Difícil...pero no imposible.

Todo ser humano es capaz de sentir emociones tan intensas que pueden llegar a empujar a una persona a actuar de un modo totalmente distinto a su proceder diario.
Alegría, tristeza, ira, arrepentimiento, envidia...si es lo suficientemente fuerte, cualquiera sirve.
A veces, impulsados por un sentimiento que ciega momentáneamente nuestra lógica y razón, tomamos decisiones erróneas que nos suelen llevar, sino a conflictos tanto interiores como exteriores, si a situaciones embarazosas, en la mayoría de los casos causando daño a alguien.
He ahí cuando nuestra conciencia sale a flote y nos invade una dosis de cordura y arrepentimiento.
Y es que el comportamiento humano puede llegar a ser tan contradictorio!
Es curioso como se transforma la personalidad de un individuo si las condiciones lo propician; por ejemplo, una persona puede parecer fuerte, lógica y segura frente a los demás, incluso serlo, pero cuando no mira nadie convertirse en alguien débil, dubitativo e indeciso. O puede ser alegre, positivo y superficial y esconder una profunda melancolía y una tendencia a la reflexión innata.
También puede ser que la gente cambie pero que siga representando a su "yo"anterior, sea cual sea la razón.
El miedo al rechazo, el egocentrismo, la inseguridad o la simple ignorancia pueden ser la causa de que mucha gente se comporte de un modo hipócrita.
Pero ¿es que hay alguien que no finja nunca?
Ya sea por el miedo al que dirán, a ser dejado de lado o simplemente, por ignorar como cambiar, muchas personas se pasan la vida interpretando un personaje; una parodia de lo que quieren o creen que deberían ser.
Y digo yo, ¿no deberíamos dejar de perder el tiempo intentando ser alguien que no somos en lugar de ser solo nosotros? ¿No es bastante complicado ya conocerse uno mismo en lugar de jugar a ser bipolar?
Yo me paso la vida sonriendo e intentando parecer despreocupada cuando en realidad soy una persona bastante insegura. Dicha inseguridad me lleva casi siempre a no confiar en nadie, ni siquiera en las personas que son dignas de dicha confianza, aquellas que se preocupan y se alegran por mí.
Este gran defecto ha causado que en muchas ocasiones haya hecho daño a la gente que quiero, dándoles a entender que no son importantes en mi vida cuando en realidad me desmoronaría sin ellos.
Pero ¿como intentar mitigar el daño causado cuando una simple disculpa parece un acto vacío? ¿Cómo explicar el propio comportamiento cuando ni uno mismo lo entiende?
Cambiar la conducta de toda una vida es difícil, pero no imposible. Se pueden ir corrigiendo las cosas poco a poco, desde la base, ir viendo que camino toman y actuar en consecuencia.
Esa, creo yo, es la única manera de ser realmente quienes somos, en lugar de vivir una vida que ni siquiera nos pertenece.

"Nunca tomes una decisión estando enfadado, ni vayas a hacer la compra con hambre".