sábado, 6 de noviembre de 2010

(...)1

A veces...cuando una pregunta se queda atascada y se niega a salir, estallando en un silencio que sólo yo oigo, asfixiándome lentamente en un mar de dudas e inseguridades, entonces olvido de nuevo quién soy y el recuerdo de un muro se alza.
Es entonces cuando mi otra yo abre los ojos y se relame mientras desmorona con un suspiro los cimientos de una vida reconstruida sobre las ruinas del ayer.
En este oscuro rincón, donde la nada lo es todo, ella es quien reina.
Se adueña de toda debilidad que escondo; cada silencio, todos los miedos, evasivas y actos reprimidos. Cada lágrima que no derramo la conserva para ella y la atesora en su agonía.
Que poco le cuesta a ella enmudecer-me sin ni siquiera separar los labios, doblegarme en la distancia tan sólo con su presencia, condicionar mis actos desde el vacío de su mirada; conducir mis pasos por caminos que no quiso andar.
¡Cuanto la amo a esta yo que en nada se me parece! ¡Y cuanto la odio a esta yo sin la cual ni yo habría!
Siempre la ignoro y sin embargo nunca la olvido. Ella, esa extraña que conozco más que a nadie, la cual desprecio desde la ternura y que compadezco desde la ira, es más yo que yo de ella.

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